Suelo revisar textos para publicación que han sido escritos directamente en inglés por hablantes no nativos (principalmente españoles, porque por lo general soy capaz de descifrar lo que intentan decir). Esta actividad me agrada bastante porque la temática es interesante, la redacción no está del todo mal y el trabajo no supone teclear demasiado, lo que mi brazo agradece ya que estoy empezando a sufrir de una lesión por tensión repetitiva.
Esta semana he tenido dos encargos de este tipo, y no podrían haber sido más distintos. El primer texto (y el más largo) era relativamente sencillo, pero el segundo contenía párrafos enteros en los que no logré entender absolutamente nada. Tras sudar tinta y dedicarle horas y horas, se lo envié a la agencia con comentarios pidiéndoles que me aclararan ciertos puntos y resaltando una buena cantidad de oraciones no solo gramaticalmente incorrectas, sino prácticamente imposibles de desentrañar.