Hora de abrir los ojos

1531800_10202947244180441_863067870_nLa semana pasada acabé escribiendo una entrada motivada por una desagradable experiencia relacionada con la traducción automática (o, más bien, pseudotraducción automática) que quería compartir con todos vosotros. Esta semana me toca hablar de una nueva afrenta a nuestra profesión que por desgracia parece haberse vuelto bastante común a juzgar por las ofertas que recibo por correo electrónico y las entradas que leo en los foros.

Hablo de las herramientas TAO (traducción asistida por ordenador), los descuentos que se espera que ofrezcamos por usarlas y los ridículos plazos impuestos desde el convencimiento de que mejorarán nuestro rendimiento por arte de magia elevándolo a niveles que rozan lo sobrehumano.

No me malinterpretéis: soy una gran entusiasta de las TAO y hago absolutamente todas mis traducciones con ellas. A veces incluso las utilizo para hacer revisiones (esto es, contrastar las traducciones de otros traductores con el texto fuente, que por cierto no es proofreading, escribiré sobre esto más adelante) para poder llevar la cuenta de giros idiomáticos interesantes y terminología útil. Por desgracia, me resistí durante mucho tiempo a usar herramientas TAO: yo era una de esas personas que se oponen enérgicamente e insisten en que segmentar una traducción echaría a perder la fluidez en detrimento de la calidad… hasta que la revisora de una de mis traducciones señaló (para mi bochorno) que había fallado a la hora de traducir un fragmento recurrente en un documento de la misma forma en que lo había hecho la primera vez que aparecía. Fue entonces cuando me di cuenta de que esto nunca me habría pasado con una TAO, así que compré una licencia y no he vuelto a mirar atrás. No obstante, tengo la sensación de que me perdí muchas cosas durante el «boom» de las TAO: para cuando empecé a usarlas de forma habitual, la mayoría de las agencias ya se había subido al carro y no solo había aprendido a manejarlas, sino también a abusar de ellas.

Ya va siendo hora de que los descuentos por coincidencias parciales (fuzzy matches) se conviertan en una palabra tabú en nuestro sector, sobre todo cuando nos piden que usemos la memoria de otra persona. A cualquier traductor que se precie le resulta difícil pasar por alto un segmento plagado de errores sin corregirlo, independientemente de cuánto (o cuán poco) le paguen por las coincidencias. Sin embargo, si mejoramos un segmento aquí y allá en una memoria de traducción por una miseria, lo único que conseguiremos será bajar los precios aún más e infravalorar nuestra pericia.

Ayer me ofrecieron un encargo de 44.000 palabras. Por lo general me entusiasmaría la idea de trabajar en una traducción tan extensa, pero la agencia quería que la entregara en día y medio. Por lo visto, este plazo tan descabellado estaba justificado por el hecho de que solo 7.000 palabras eran «nuevas» (es decir, coincidencias por debajo del 75%), y de que el resto podía procesarse usando la memoria del cliente final. Puesto que el tema era interesante, decidí investigar la calidad de la memoria antes de rechazar el trabajo de entrada a pesar del plazo prácticamente imposible bajo ninguna circunstancia. Y he aquí el problema: analicé unos cuantos segmentos y decidí que no estaba de acuerdo con algunas de las traducciones de la terminología básica. Me resultaría imposible pasar por alto cualquier coincidencia total que contuviera estos términos (en mi humilde opinión) mal traducidos, así que rechacé el trabajo dejando muy claros mis motivos.

Algún pobre infeliz estará ahora mismo trabajando como una mula para sacar adelante esta traducción. Quién sabe, puede que incluso lea esta entrada tras entregar esta pesadilla de encargo y aprenda para la próxima. Mientras tanto, espero haber logrado recordar e incluso convencer a algunos de mis lectores de que «no» es una palabra muy útil y a menudo infrautilizada que, no obstante, debería formar parte del vocabulario de todo traductor a la hora de negociar.

Esta entrada apareció por primera vez el 11/07/2014 en mi blog anterior.
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This translation of my original post Time to Get Real is by Aída Ramos, an English, Portuguese and French into Spanish translator specialising in transcreation, marketing and advertising trading under the name Thinking Side.

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